martes, 31 de julio de 2012

La Casa junto al Río

Acabo de leer El Atentado, del neerlandés Mulisch. La obra, entre otros temas, trabaja el tema del pasado que se va haciendo presente en la vida de una persona conforme ésta avanza. Se va mostrando de formas brutales, se impone y esto ocurre en gran medida a pesar del personaje, sus intentos por tratar de cerrar con ese pasado, o, incluso buscándolo, a manera de impronta, se determina por las decisiones que el protagonista va tomando.
Pero en el caso de la obra de Elena Garro, el pasado es revuelto por la protagonista, buscado como se busca la propia identidad, animosamente reconstruido, aunque eso signifique la muerte y aniquilación, tanto de ella como de su búsqueda. Y entonces, éste se presenta como lo hace en la obra de Mulisch, imperioso y nada amable.
Ambas obras coinciden en que a los personajes les ha sido arrebatado su pasado. Fueron arrancados de su niñez apacible por un hecho mucho más allá de su infantil comprensión, de manera violenta e irreversible. Y al crecer, se topan con un pasado terrible, incoherente, enmarañado. Los finales de ambas obras, por supuesto, son distintos.
Pero hay otra coincidencia más que resulta muy interesante. En la obra de Mulisch, el conflicto gira en torno al enfrentamiento entre grupos comunistas y nazis. De este enfrentamiento surge el conflicto que detona la acción en torno a la cual se articula la vida del personaje. En la obra de Garro, se trata de las secuelas que dejó el enfrentamiento entre republicanos (de filiación comunista) y fascistas. Rojos y azules, como se autodenominan los personajes. Entre ambas falanges hay un eterno enfrentamiento que, muchos años después de haber iniciado y de que el conflicto se haya recrudecido, nunca parece enfriarse.
Este pensamiento dual, donde sólo es posible pensar dos caras de una moneda, aparece de forma repetida en gran cantidad de obras, donde unos son los "buenos" y otros "los malos". Pero es mucho más difícil que eso, obviamente. Para la mentalidad occidental, es completamente claro que las facciones de extremo son las que más perjuicios han causado. Tanto en el caso de los nazis, como de los fascistas, el recuerdo guardado es bastante tenebroso y entonces, por supuesto, los malos tienen que ser ellos. Pero los personajes demuestran en gran medida que no por fuerza tendría que ser así. Consuelo es la víctima y heroína de la obra de Garro y decide asimilarse como de extrema derecha. Al final, este conflicto no es más que el pretexto para el mal, en donde las ideologías políticas no tienen nada que ver y sí la ambición de los implicados. de la misma forma, en el conflicto que inicia los problemas en la obra de Mulisch, todo deriva de  una lógica de elección, en donde la preferencia por el menor de los males es la que determina los hechos ocurridos. Y entonces, la filiación política no importa.
Cabe preguntarse quizá cuánto de esta mentalidad es debida a una forma de entender el mundo en relación con la mentalidad mítica que determina el orden de las cosas en función de dos polos opuestos que luchan siempre entre sí. No son sólo los malos contra los buenos, se trata de una polaridad que se moviliza continuamente.

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