miércoles, 25 de septiembre de 2013

La voz satírica y lo soez en Indiscreciones de un perro gringo


La novela Indiscreciones de un perro gringo es una sátira donde la voz principal la lleva Buddy Clinton, que no es sino la referencia directa al que fue el perro de la familia Clinton, un labrador retriever de color chocolate.  En este trabajo se hará referencia a la importancia que tiene la voz animal de Buddy en relación con la voz satírica que caracteriza a la obra del autor, en cuyos trabajos resalta lo que él da en llamar la Poética de lo Soez.

 

Sobre el autor y su contexto

Luis Rafael Sánchez es un puertoriqueño nacido en Humacao, 17 de noviembre de 1936. Es narrador, dramaturgo y ensayista. Su ideología política se centra en el afán independentistas de Puerco Rico, y así, en sus obras critica la decadencia gubernamental de su país, obsesionada por los productos norteamericanos, tal es en su novela La guaracha del Macho Camacho, publicada en el 76.  Una de las principales características de su obra literaria es que suele recurrir con frecuencia al sarcasmo y la sátira, asegura él, para salir de la realidad cotidiana (Fernández de Cano, en línea).

De esta forma, la línea estilística de Rafael Sánchez está centrada, precisamente, en su preocupación acerca de los problemas de identidad que arrastra su país, debido a la presencia estadounidense en el país. En su ensayo, Hacia una poética de lo soez, Sánchez alude a lo que ha sido la línea directriz de su narrativa: “La búsqueda de asuntos y temas para su escritura estará dirigida no sólo hacia las zonas periféricas y marginales, y hacia los personajes menos favorecidos socialmente, sino que también estará dirigida hacia aquella parte de la sociedad de mejores recursos económicos, pero cuya ética y moralidad los convierte en seres procaces (Sánchez Rondón, 2006, p. 2)”.

Así, para el autor, la importancia de la lengua es fundamental. Él propone que, para una mejor cohesión de la identidad nacional, es necesario que en su literatura se incorpore lo soez, pero no solamente como estrategia narrativa, sino en el lenguaje mismo, al utilizar las palabras que suenan en las calles, que componen la jerga popular y que son, netamente, la concreción del sentir y la espiritualidad boricua.

 

Al respecto de la situación política en Puerto Rico, se trata de un país que ha pasado por 400 años de colonialismo español (Torres Degró, 2004), y que desde 1898, con la presencia norteamericana en la isla, se ha visto forzada a asumir patrones de conducta y formas de vida que muy poco benefician el desarrollo de una auténtica nacionalidad; creando en los hombres y mujeres del país conflictos de identidad que no tienen parangón en el resto del Caribe, ni en Latinoamérica. A raíz de esto es que Rafael Sánchez ha organizado su narrativa alrededor de lo que él llama lo soez: una poética de lo soez, como estrategia de rebelión contra la imposición de una cultural vacua que se come a otra, que era vibrante y plena. Así, y bajo la voz de un perro, Sánchez lanza una y otra vez indirectas y reclamos breves hacia una cultura impositiva de lo mercadológico y comercial.

 

 

El papel de la voz animal en la novela

A diferencia de otros textos, donde la voz animal sirve únicamente como receptáculo de las inquietudes humanas, o simplemente como vía moralizante, o de la evidente sátira del humano contra el humano (tal y como se hace en la Fábula tradicional), en este libro se ha intentado dar relevancia a la visión y postura que un perro pudiera tener de lo que le rodea. Es decir, es claro que la voz de Buddy da cauce a la inquietud del autor con respecto a su entorno, sin embargo, la voz animal no se limita aquí a ser un mero disfraz de la crítica. Mediante diferentes divergencias, comentario, desvíos y opiniones, Buddy va dando, a lo largo de su relato, su perspectiva acerca de lo ocurrido con el presidente y Mónica, pero además, se esfuerza en mostrar su antiguo abolengo perruno, al par que describe la experiencia de ser un perro, donde el mundo de los olores y sonidos se impone, como es sabido, al de la visión.

 

En este libro, como en gran parte de la narrativa del autor, la sátira se dirige contra aquellos que han provocado insatisfacción social: aquellos que, como diría el autor, son los amos del poder y abusan de él y de los bienes del estado, poniéndose en una situación de corrupción y procacidad que irritan a quienes observan.

A través de la parodia que Buddy hace de la historia de Noé y el Arca, se denuncia la banalidad de los productos culturales del pop y en especial, de lo proveniente de la cultura sajona ¿norteamericana? (El grupo That Fucking Noise Factory, la disco While Visiting Sodoma Try The Sodoma Way), al mejor estilo la perversión sodomita (“billete sobre billete, no hay falo que se sujete” Sánchez, p. 14). Más adelante, Buddy continua con el sarcasmo, aunque no es su intención, del cine norteamericano y su banalidad extrema, con títulos de películas como Buddy Clinton en El perro araña, Buddy Clinton desafía a King Kong, El perro Invisible, El Perro más sexy del mundo y  El perro de Troya, entre otras (Sánchez,  p. 79-80).

Otro elemento de crítica al racismo y jerga ofensiva que el estereotipo norteamericano suele usar se refiere a los insultos que Buddy padece de los agentes infiltrados que lo molestan: Perro afroamericano, Perro hispano de basura, Perro mexicano ilegal, Narcoperro colombiano, Avaro perro judío, Perro árabe terrorista, Jodido perro pacifista, Perro maricón. No hace falta decir que estos insultos no le fueron dirigidos a Buddy por ser, en verdad, un perro, sino que el término es frecuente como tal al dirigirlo en verdad a las personas a quienes se ofende de estas maneras.

 

Este recurso metaliterario, es decir, la utilización de un narrador canino a lo largo de la novela, cumple una función importante. Frente a la indignación que produce la conducta libidinosa de quienes poseen el poder, la voz de Buddy Clinton da la vuelta, roza la indignación de quienes observaron, sin embargo, nunca abunda, de hecho, ni siquiera se acerca directamente al hecho de manera directa, de forma que pudiera decirse que la voz de Buddy es la voz de la molestia pública.

Al mismo tiempo que Buddy da cuenta de su perrunidad, no teme en utilizar, precisamente, lo que el autor llama un lenguaje soez para describir lo concerniente al sexo, en la idea de que a los perros no los abochorna como a los humanos las referencias al acto sexual o los genitales. Para el perro, no hay empacho en describir la naturaleza del sexo perruno, y sin ambages, describe sus encuentros con hembras, usando, para esto, precisamente, lo que Rafael Sánchez describe como lo soez. A decir verdad, si fuera un protagonista humano el que utilizara estas descripciones, se le acusaría de vulgar y estos elementos descriptivos serían tachados de innecesarios. Pero tratándose de un perro, la voz animal compensa con la ingenuidad atribuida a la especie, su tratamiento del tema sexual. Incluso Buddy hace hincapié en que, mientras los perros disfrutan del sexo a granel, los humanos tienen muy poco que celebrar de él, cuando hay tantos tabúes impuestos a su alrededor. Es curioso que, además, el libro sea guardado, al final, en el mismo lugar que las confesiones de Paulina Bonaparte, acerca de sus aventuras sexuales durante su paso por el continente americano.

Más aún. Desde su perspectiva perruna, Buddy condena la retorcida mente de los humanos que los lleva, dice él, a criticar al presidente Clinton por su encuentro con Lewinsky, mientras que a nadie parece importarle sus encuentros sexuales con otros perros. Critica esto como hipocresía y se lamenta de que no haya mujeres durante su testificación porque se temió que el lenguaje soez las ofendiera, cuando la presa mundial habló en exceso de cómo la emisión espermática de Clinton manchó la ropa de Mónica.

Sin embargo, pese a tratarse de una voz perruna que trata de emular en lo posible la perspectiva del perro, el Buddy recién humanizado mediante la cibernética, no deja de tener rasgos estereotipados Para reforzar su perspectiva, al modo en que se supone que un perro debe ser, Buddy condena a la raza gatuna (gatuperios, por improperios) y sus costumbres en todo opuestas a las de los perros.  Comenta también que los perros ven en blanco y negro, cuando es sabido que no es así, los perros ven colores en una gama un poco distinta a la de los humanos y comenta esto al hacer mención de un sueño que tuvo.

La voz canina de Buddy contrasta con la voz humana de quien relata la historia, a la manera de quien se encuentra con ella por casualidad. Es una voz que intenta ser correcta, mesurada, comedida en sus descripciones. Pero además, la misma voz de Buddy, pese a señalar lo que es propio de los perros, padece de los síntomas de la humanización, como da cuenta la voz del humano que narra al inicio y al final. Su ingenuidad canina natural se ve empañada por su megalomanía, su racismo (especismo contra los gatos), su intolerancia y su certeza de ser superior. El narrador da, al final, cuenta de esto con lástima.

Por último, la estrategia que el autor usa para curar su voz de lo dicho por Buddy, es la que han usado muchos otros escritores de sátira a lo largo de los siglos, sobre todo en tiempos de la picaresca, igual que Francisco de Rojas con La Celestina, por ejemplo. Alude a haber encontrado el manuscrito y no ser de su propiedad. Se excusa largamente de la fortuna de haberlo hallado, para no ser acusado de ser un demente, y sí un autor original, al exponer el manuscrito como obra literaria.

En conclusión, la estrategia que el autor utiliza, de dotar a un perro de palabra, aunque no es del todo original, por tener antecedentes en otras obra, sí se destaca por la insistencia en articular una voz perruna lo más caracterizada posible. Es decir, la voz de Buddy no se relata solamente como la voz de un perro, sino que se va caracterizando, a través de sus digresiones, como la voz de un ser que percibe el mundo de manera distinta a la de los humanos, pero que ha sido irremediablemente contagiado por diversos vicios de los hombres. Esta estrategia permite al autor lanzar diversas críticas a las manifestaciones culturales estadounidenses, características en este caso por ser ridículas y en exceso comercializadas. Así, la poética de lo soez de Luis Rafael Sánchez se manifiesta a partir de la voz animal, para enunciar la transgresión desde la literatura.

 

 

Referencias

 

Fernández de Cano, J. R. (s/f). Luis Rafael Sánchez. Consultado el 22 de septiembre de 2013, en http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=sanchez-luis-rafael

 

Torres Degró, A. (2004). Las políticas poblacionales en Puerto Rico: cinco siglos de dominación colonial.  Memoria presentada para optar al grado de Doctor. Facultad de Filosofía. Universidad Complutense de Madrid. Consultado el 24 de septiembre de 2013 en http://biblioteca.ucm.es/tesis/fsl/ucm-t27463.pdf

 

Sánchez Rondón, Julio César, "POÉTICA DE LO SOEZ: Luis Rafael Sánchez: IDENTIDAD Y CULTURA EN AMÉRICA LATINA Y EN EL CARIBE" (2006). Theses, Dissertations, Student Research: Modern Languages and Literatures. Paper 1. Consultado el 22 de septiembre de 2013 en

http://digitalcommons.unl.edu/modlangdiss/1

Sánchez, L. R. (2007). Indiscreciones de un perro gringo. México: Alfaguara.

martes, 17 de septiembre de 2013

La posibilidad de la fábula en Bolaño, Monterroso y Arreola.


 
En el siguiente texto, se discutirá alrededor de cómo es que un texto que no ha sido concebido tácitamente como fábula, puede funcionar como tal, en la medida en que cumple con las características del género. Se analizará esto en función de un texto de Monterroso, La Oveja negra; de Arreola, El Prodigioso Miligramo y en especial, se hará énfasis en un cuento de Bolaño, El policía de las ratas


La fábula, entendida como un subgénero literario[1], es un texto pensado con finalidad didáctica que, como el apológo y la parábola, se inscribe dentro de los textos también llamados como parenéticos (relativos a la exhortación). A diferencia de los dos anteriores, la fábula se caracteriza porque recurre a la antromorfización de animales o cosas para representar, a través de la estereotipación de los personajes, valores alusivos a alguna característica notable de los mismos, por ejemplo, la maldad como distintivo del lobo, la astucia del zorro, la ingenuidad de la oveja, la mezquindad del cuervo, etcétera.

Para Helena Beristáin (1997, 2007), fábula se define como:

 

Apólogo, es decir, breve narración en prosa o en verso de un suceso de cuya ocurrencia se desprende una enseñanza para el lector, llamada moraleja. Se trata pues de un género didáctico mediante el cual suele hacerse crítica de las costumbres y de los vicios locales o nacionales, pero también de las características universales de la naturaleza humana en general.

 

Como se puede ver, el carácter didáctico de la fábula se enfoca a la promoción de valores, lecciones de vida, gestos de actuación que el ser humano debe atender y al que debe cuidar. Trabaja mucho sobre la base del "sentido común", pero también sobre valores preestablecidos para una sociedad determinada, que tienen validez a partir de la visión de un mundo estructurado bajo normas de orden binario: bueno-malo, honrado-ladrón, ingenuo-astuto. Es decir, la fábula y el apólogo advierten, por ejemplo, sobre la importancia de mantener la cordura frente a la opacidad del conocimiento (Los brahmanes y el león, en Borges), pero también hablan de sostener ciertos valores morales, importantes para el adecuado funcionamiento de la sociedad que promulga dichos valores (la cigarra y la hormiga, el pastor y el lobo). 

Desde una vista convencional, la fábula se distingue por sus partes, tales como: exordium (donde se invita al lector a participar de lo que se narrará en seguida), narratio (la acción dada a través de la actuación animal) y argumentatio (la moraleja como tal). Sin embargo, esta tipificación es demasiado corta para poder incluir en ella a la gran cantidad y variedad de fábulas que puede haber y por eso no es una tipologización suficiente para este trabajo (Forgas Berdet, 1992, p. 194)

Sin embargo, la fábula a través del tiempo contiene también un elemento satírico importante. La fábula en sí es la burla contra los ingenuos, los tontos, los pretendidos sabios que no tienen sentido común, los vanidosos, pero también contra los poderosos, los ricos, los propietarios, los amos, los clérigos. En este sentido, la fábula guarda una esencia trascendental  como relato entramado y que supera las convenciones didácticas establecidas en torno a ella (Cascajero, J. 1991).

 

Hay muchos ejemplos de fábulas donde el elemento satírico está presente. El Román de Renart es uno de los mejores ejemplos. En este texto, Renart, el zorro, es perseguido incansablemente por Isengrin, el lobo. Renart es un personaje que vive en el pueblo, no posee más que su inteligencia para escapar de la persecución del lobo, quien no descansa en buscar la manera de atrapar y matar a Renart, pero éste, más astuto, logra evadir exitosamente todas las trampas. Es evidente, en este texto medieval, que la sátira contra las diferencias sociales en la Edad Media se pone de manifiesto. [2]

Si bien las aventuras de Renart no fueron concebidos originalmente con la intención de crear una fábula, sin embargo, es evidente que se consideran tal debido a sus características. ¿Cuáles son dichos elementos que pueden hacer que una fábula sea considerada tal, o que lo sea un texto que no ha sido considerado como tal desde su formulación? A saber:

 

ü  Prosopopeya y animalidad de los personajes. No se trata de la antropomorfización del animal, sino que, a través de los animales y el estereotipo que se les da a representar, se muestran cualidades y defectos humanos.

ü  La puesta en escena de una enseñanza moral, pública, social o cultural que la gente de una comunidad debe tener presente para evitar daños que pudieran afectar tanto al individuo como a la sociedad.

ü  Analogía de la vida humana con la vida animal, en el sentido que empatar las preocupaciones sociales de supervivencia, cohesión y armonía con las de la manada (comparatio).

ü  Contrato de lectura entre escritor y lector, donde éste último acepta que a través del animal, se da en disfrazar algo concerniente a los seres humanos, y toca al lector rescatar este significado que se ha disfrazado para ser descubierto por todo aquel con el sentido común suficiente para lograrlo.

ü  Sátira de una situación particular: de la sabiduría contra la sensatez, de la vida conyugal, de la convivencia social, de la tiranía, de la trama policial, de la vida clerical incorrecta, de la soberbia contra la humildad, etc. Es decir, en el fondo, la enseñanza queda relegada a un segundo plano frente a la burla que implica que uno de los personajes quede en desprecio o burla frente a otro por no haber sabido elegir el camino o la decisión correcta.

 

Entonces, ¿es viable considerar como fábula a un cuento que no ha sido pensado como tal desde sus inicios? Por supuesto que sí, pues, como se decía, hace falta aludir a las características del texto para apreciar en qué medida es posible mantener esta aseveración[3]. A pesar de que pudiera criticarse la perspectiva estructural desde la que se plantea esto, es necesaria, dadas las características tácitas del tipo de texto que se analiza. La tipologización de textos se vuelve fundamental desde el argumento de que es necesario definir un marco teórico que:

 

…los defina y delimite por encima de los conceptos meramente intuitivos que conciernen a la competencia pragmático-textual del receptor, y que todos poseemos en mayor o menor grado. Dicha competencia nos permite discernir, sin aparente dificultad, pero también sin garantía científica, entre una y otra clase de textos (Forgas, 1992, p. 187, 188).

 

 

Cabe mencionar que, aunque se lleve a cabo una tipologización por fines de estudio, de ninguna manera se pretende encajar por la fuerza un texto determinado dentro de un esquema. 

En el caso de Monterroso, es claro que sus conocidas antifábulas han sido ya catalogas como tales por la crítica en general. Y como se podrá observar, el cuento de Arreola trae consigo una crítica y una enseñanza. Al revisar sus características, en función de las descritas anteriormente, es posible validarlos como fábulas. En los tres textos, la sátira y crítica va contra la sociedad humana, en tres aspectos de su naturaleza: En La Oveja Negra, la sátira es acerca de cómo la sociedad enjuicia a los personajes que en algún momento representan contracultura. Años después, se les reconoce, al parecer, su talento, su actuación heroica o su rebelión frente a las arbitrariedades del momento. Pero en realidad, este reconocimiento viene únicamente a la manera de un fetiche cultural. En el cuento de Bolaño, se trata de la negativa social a aceptar la maldad en estado puro y el impedimento de verla surgir en medio de una sociedad que avanza dificultosamente, pese a tener tantas cosas en contra. Y en el de Arreola, El Prodigioso Miligramo, la excentricidad del pueblo/hormiguero que decide poner su fe en variedad de objetos y fetiches, en lugar de ponerlo en su trabajo, con la esperanza individual de granjearse beneficios con ellos, llevando, con esto, su sociedad a la crisis y el límite de la extinción.

En las tres historias se remite al lector a una cuestión social en donde se critica las maneras en las que esta funciona, siempre al límite de la descomposición y el caos. La moraleja estaría implícita en el destino funesto de algunos actores sociales y se utilizan diversos choques sociales para ilustrar el continuo avance de la comunidad entre el equilibrio y la dispersión.

En cuanto a la función de la voz animal en cada uno de los textos, es notable la intervención en primera persona de Pepe el Tira, quien narra de su propia voz lo sucedido en las cloacas donde hace su investigación, recuperando así una de las características del género policiaco, donde es el detective el que narra. En los textos de Arreola y Monterroso, no es la voz animal quien narra, sino que un narrador heterodiegético se encarga de describir las acciones que van ocurriendo. Sin embargo, el hecho de utilizar animales para ilustrar vicios y problemas sociales, permite al autor evitar la descripción de una comunidad que pudiera ser entendida como una determinada y llevar con esto al lector a creer que se critica a una en particular, y no a la generalidad de los seres humanos y sus sociedades.

Específicamente, en el caso del cuento de Bolaño, El policía de las ratas, el texto comienza de una forma que espera engañar al lector al hablarle, en principio de un policía que bien pudiera ser humano. A medida que el lector se introduce en la historia, se observa que este policía deambula por cañerías (que podrían ser metáfora, y de hecho lo son, de las calles de una ciudad) y se va topando con otros individuos que viven y mueren acosados por diferentes depredadores.  Así es como el lector se da cuenta de que Pepe El Tira, el policía que narra la historia, es una rata, y también lo es el pueblo del que habla. El trabajo de este policía es encontrar cadáveres y ayudar a determinar, junto con el forense, qué los mató. Así es hasta que un día, encuentra un cadáver bajo circunstancias extrañas. Aquí es donde la sátira se acidifica, pues, ya no se habla de solamente depredadores que parecieran ajenos a la especie que asesinan, lo que los hace comprensibles. Sino que el asesino que Pepe El Tira busca, es otra rata.

¿Contra qué va dirigida la sátira? Al momento de involucrarse en el contrato de lectura, el lector avizora que no es contra la idea de que el hombre sea capaz de asesinar a otros hombres, esto ya se sabe y no asombra a nadie. Es más bien contra la imposibilidad del ser humano de que el mal pueda venir de personas que lo ejercen, sin estar dementes, sin haber padecido circunstancias dolorosas en su desarrollo, simplemente por hacer el mal. Por verlo, por observarlo, por estudiarlo incluso. Frente a esto, la sociedad prefiere callar, no ver, ignorar del todo.

¿Es esta una fábula? Sí, una fábula con animales que satirizan personas, donde se establece un contrato con el lector y se vuelve análoga la preocupación social con la de un enorme nido de ratas. Sin embargo, y esto es lo notable del cuento,  esta sátira se vuelve dolorosa en el momento en que pone de relieve la ceguera del hombre frente al mal que él mismo es capaz de provocar.

Con respecto a este tipo de textos y su tipificación como fábula, es necesario aclarar que, al caracteriza el cuento de Bolaño como tal, no se pretende hacerlo encajar por la fuerza en la tipología mencionada, sino que definir El Policía de las ratas como una fábula sirve para dar cuenta de la variedad de lecturas que esta narración ofrece. Definitivamente, no se pretende encasillar un texto que puede tener tantas posibilidades.

 
Referencias:



Armijo, C. E. El bestiario medieval: una clave para la interpretación del Libro de los gatos. Von Der Walde, L, Company, C, González, A. (1996). Caballeros, monjas y maestros en la Edad Media. Actas de las V Jornadas Medievales.  México: UNAM, El Colegio de México.

Arreola, J. J. (en línea). El Prodigioso Miligramo. Consultado el 15 de septiembre de 2013 en http://cuentosdetarrash.obolog.com/prodigioso-miligramo-115767

Beristáin, H. (1997). Diccionario de Retórica y poética. 8ª. Edición. México: Porrúa.

Bolaño, R. (2005). El Policía de las Ratas. El Gaucho insufrible. 3ª. Ed. Barcelona: Anagrama.

Cascajero, J. (1991).  Lucha de clases e ideología: introducción al estudio de la fábula esópica como fuente histórica. Gerión 9 11/58. Editorial de la Universidad Complutense de Madrid.

Chevalier, J y Gheerbrant, A. (1995). Diccionario de Símbolos. Barcelona: Herder.

Cirlot, J. (1992). Diccionario de Símbolos. España: Labor.

Forgas Berdet, E. Un esbozo de tipologización: la fábula. Contextos X/19-20, 1992, p. 187-199.

González Marín, S. “El lobo y los siete cabritillos y Caperucita Roja. Historia de una relación”, en Revista OCNOS nº 2, 2006, p. 131-142. ISSN 1885-446X.

Monterroso, A. (2004). La Oveja Negra y demás fábulas. 5ª. Ed. España: Punto de lectura.
 




[1] Y no a la manera de Aristóteles, que, en su Poética, define fábula  como la estructura que contiene los hechos narrados y representados dentro de la obra trágica.
[2] Existe otro texto que sí fue pensado como libro de “exempla”, aunque tiene un parentesco muy cercano con el bestiario medieval. Es el Libro de los Gatos, en donde se hace mofa de la vida clerical, pero utilizando las estrategias de identificación y tipificación de los animales como la plantea el Fisiólogo, bestiario medieval muy reputado en su tiempo por su carácter cuasi cientificista (Armiho, C. E. 1996).
[3] Un ejemplo de un texto que no suele ser concebido como fábula, ni siquiera como apólogo, es el cuento de Caperucita Roja. Sin embargo, su función es transmitir valores morales, precauciones y cuidados para las chicas que dejan atrás su niñez. En Caperucita, se utiliza el simbolismo de la capa roja para disfrazar la alusión a la sangre que indica que la niña ha dejado de ser tal. Al mismo tiempo, esta capa le es obsequiada por su madre o su abuela, las mujeres encargadas de explicar a las niñas sobre esta nueva etapa de sus vidas y advertirlas sobre los peligros que pueden sobrevenirles si “abandonan el camino” y se internan en el bosque (representación arquetípica de lo que está fuera de lo civilizado, lo ajeno, lo salvaje, lo indómito). En efecto, al hacerlo, Caperucita conoce al lobo, otro símbolo, en cuya figura es evidente la representación de la sexualidad prohibida a la que se enfrenta la niña. El cuento original termina con Caperucita “devorada”, por ceder a la invitación de acercarse en demasía al lobo (González Marín, 2006). En esta historia, tenida por cuento para niños, se observa la intención de ofrecer una fábula a las niñas que crecen, que guarda dentro de sí una advertencia, una indicación de conducta moral a seguir, o de lo contrario, habrá consecuencias. Se satiriza la mala conducta de quien no sigue los consejos de las mujeres adultas y se disfraza, por medio de un contrato con el lector, la alusión a la violación, el abandono de la inocencia, la deshonra y el desprecio social que representa una inadecuada conducta sexual.