jueves, 27 de agosto de 2009

Educación religiosa en decadencia

Hace años, todavía me tocó a mí, educarse o estudiar en una escuela religiosa, como de sacerdotes o mojas, era una cuestión que daba prestigio. Debe haber sido porque, de acuerdo a la escala de valores que la sociedad apreciaba. O más bien, y entonces es mejor dejar de ser ingenuos, porque muchas de las escuelas dirigidas por gente del clero estaban destinadas a alumnos provenientes de familias con medianos o más bien altos recursos económicos, situación que, al menos en la ciudad de Puebla, brindaba prestigio a todos aquellos que tenían la "suerte" de poder acceder a esta educación.
Sin embargo, en los últimos años, la educación que está enfocada a mantener los ideales de la religión, especialmente la católica, va en detrimento. Ya no aplican los discursos acerca de que vale la pena educarse "por Cristo y en Cristo". No es que el discurso tuviera algo de malo. Pero en el mundo globalizado actual, en la sociedad de información y del conocimiento, las instituciones prefieren hablar, más bien, de liderazgo, competencias, competitividad, superación económica y laboral, y no de cuestiones relacionadas con la espiritualidad.
Esto puede representar un problema. Pensar que la cuestión de las competencias está únicamente relacionada con actitudes y aptitudes relacionadas con el mundo del dinero y el poder, deja a los involucrados en este asunto muy desvalidos espiritualmente. Al menos la educación religiosa trataba de no descuidar este lado de la formación integral, pues trataba de promover valores más humanistas o humanitarios.
Pero también es cierto que no es solamente el discurso eclesiástico el que va a la baja. También es la organización
de estas instituciones
, prácticamente arcaica, hecha a partir de convenciones institucionales, la que ya no funciona. Por ejemplo, suponer que el alumno es el sujeto a punto de entrar en la iluminación, dejándolo hasta abajo de los organigramas institucionales, es un error. También, esperar a que el docente sea un empleado más dentro de una red compleja, también es un modelo que no aplica más.
Y claro, aunados a estos desórdenes se suma la falta de interés de la sociedad por continuar en estos esquemas tan tradiconales y vistos, hasta cierto punto, como "snobs" por algunos sectores de la población.
No obstante quedan varios institutos y universidades que están logrando superar los paradigmas educativos tradicionales sin dejar de lado la promoción de valores integradores y humanistas. Ojalá que gran parte de los colegios de Puebla, de esos que se mantienen vivos gracias a su antiguo prestigio, o a sus "arraigadas tradiciones", logren superar sus modelos cuasimedievales de educación tradicional.

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