martes, 19 de julio de 2011

La Maldición de los Dain

Hace muchos años, cuando me topé con las obras de Agatha Christie, me enamoré de la novela detectivesca y de misterio. Luego, con las novelas de Sherlock Holmes, perdí un poco el interés, no porque crea que son obras que no merezcan un interés auténtico, sino porque en ese momento estaba transitando por una etapa de amor hacia lo sobrenatural.
Pero ahora he tenido la suerte de toparme con una obra de Dashiell Hammet, autor estadounidense quien, gracias a haber trabajado algunos años en una agencia de detectives, utiliza lo aprendido en ella para recrear en sus obras toda una trama compleja alrededor de un misterio que por supuesto, conduce a un final inesperado. O quizás no tan inesperado. En realidad, uno, contagiado del hecho de que, en las novelas de detectives es, quien uno menos sospecharía, el culpable de todos los delitos cometidos en la obra el que finalmente sí los cometió, pues se trata de una mente lo suficientemente genial como para que solo el avispado detective que narra la obra sea capaz de descubrirlo.
Y en efecto, esta novela es así. Hay varias cosas muy notables en torno a la obra. En primer lugar, me ha llamado mucho la atención que el detective que narra en primera persona toda la obra, nunca hace saber su nombre ni lo dice ninguno de los personajes. Así que pasa toda la obra y se saben datos sobre todos los personajes, incluyendo sus descripciones físicas, pero del detective ni su nombre. Sí brinda, en cambio, una descripción aproximada de su físico, cuando se compara con otro de los personajes aparecidos, pero no se sabe más. Claro, es evidente que a lo largo de la obra se van adivinando rasgos del detective que vienen aparejados junto con sus ideas y acciones. Por ejemplo, es el clásico detective que ronda los 40 y tanto años, de estatura y complexión medias y por supuesto, más perspicaz, sagaz y experimentado que otra cosa.
Por otro lado, en cuanto a la trama, pues es todo lo complicada que tuviera que ser una obra de detectives, excepto por el hecho que que los sucesos no parecen estar encadenados de forma artificial como en otras obras del mismo tipo, sino que todas vienen encadenadas por un sólo móvil y es uno sólo el asesino. Lo cual es una gran ventaja de la obra sobre otras, pues, le da bastante cohesión al texto y a la trama.
En cuanto a ésta, destaca el hecho de que esté dividida en tres partes; en la primera, todo parece girar en torno a la desaparición de unos diamantes de, en realidad, escaso valor comercial. Luego, se descubre que este no es más que el resorte que hace saltar y poner a descubierto toda una larga cadena de odios criminales en torno a los Dain, la familia que, escondida bajo otro nombre, despista al lector al inicio, y al mismo tiempo, hace prender su interés al comenzar a darse toda la historia macabra que los rodea. Luego, la trama pasa en torno a un culto secreto, que seguramente estaban muy de moda en la época en que la obra se escribió (1929). Y cuando uno podría creer que este extraño y fanatizado culto es la llave para desentrañar parte del misterio, recuerda que quedan muchas páginas a la novela y un capítulo completo, donde la acción se traslada a un tranquilo poblado, en donde el secuestro de la protagonista y el asesinato del esposo de ésta ponen al detective a tratar de ensamblar todas las partes del rompecabezas.
Afortunadamente para el lector, hay algunas pistas dejadas, como migajas de pan, a lo largo de la vía, para que, al llegar al final, el lector se sienta lo suficientemente sorprendido por éste, pero no defraudado de sus propios esfuerzos inquisitivos, pues en algún momento las sospechas tienen que recaer sobre el que parece menos implicado en la obra y sólo un testigo más de ella. El móvil no es otro que la pasión, y de la mano la locura, y ambos son suficientes.
Una cosa más resalta en la novela y son las implicaciones del propio autor acerca de la sociedad sobre la que escribe. Él, como parte de una red comunista, en los tiempos en que ser tal implicaba ser prácticamente un enemigo del núcleo del modo de vida americano, no deja de lado el desdén que le provoca la sociedad en torno a cuyos delitos escribe, y a través de varios comentarios, se puede adivinar cierta mordacidad en sus palabras dirigidas sobre una maquinaria que está echada a perder y en la que el delito en sí no es más que un síntoma de su podredumbre. A pesar de que esto no se plasma como tal en la novela, sí se adivina a través de su trama.
Y un detalle más: A pesar de que la mayoría de los personajes están muy bien logrados, pues seguramente cada uno tiene algo de realidad, Gabrielle, un extraño personaje, es un raro protagonista de la obra, pues si bien todo se articula en torno a ella, pasa sumida en los efectos de la morfina gran parte de la obra, de manera que si ella es sólo el resorte de la acción, no es en ninguna medida ejecutora de nada. Es así muy curioso que el personaje más llamativo de la obra sea, al mismo tiempo, el menos implicado directamente en ella.
Una excelente obra para leer en una tarde lluviosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario