lunes, 21 de diciembre de 2009

Despenalizar el aborto para vivir otra oportunidad.


Las conversaciones en torno a las partes macabras de la vida suelen ser las que dan más placer a los que gozan de la sobremesa, de una tarde de café o de una nocturna desvelada con consumo controlado de alcohol. Estas historias siempre versan sobre temas diversos: corrupción, drogas, noticias rojas, política y en ocasiones, los participantes discuten y polemizan sobre temas sociales o de índole moral, como la eutanasia o el aborto. Y se suele hablar basándose en creencias personales, información de internet, televisión, o educación familiar. A veces alguien decide contar su historia. O mejor, la de un amigo, primo o conocido. En mi caso, yo he sido testigo de varias historias truculentas que, a unos años de haber ocurrido, son tema de conversación que invariablemente gustan a los comensales o participantes de una reunión.
Absolutamente todas mis experiencia, sin importar qué tan negativas sean, me han dejado, afortunadamente para mí, una enseñanza. Sería una lástima si así no fuera. Pero una de ellas en particular me sirvió para hacerme de un criterio inquebrantable, sólido y firme, que no temo expresar frente a otros, con la plena convicción y argumento de que, desde la historia que yo cuento, es razonable.
Se trata del tema del aborto. En particular, de la legalización del aborto. Hace unos años, cuando éste se legalizó en el D.F., creí ver un avance, no sólo en materia de legislación, también en cuanto a  la libertad de ser, de expresarse y de actuar de las mujeres, sin el prejuicio de los hombres, cosa que, aún en pleno siglo XXI, sigue obstaculizando el avance del sexo femenino, y con eso, el del país. No es que abortar sea un derecho inalienable de las mujeres, se trata más bien de su derecho privativo a decidir, a pensar y a opinar. Hablar del aborto sólo es una pequeña parte de la discusión acerca de los términos de igualdad entre sexos, igualdad que debe ser aclarada y establecida desde las características psicobiogenéticas de las personas.
Así, continuando con la conversación, la experiencia que me hizo pensar acerca del derecho a elegir sobre el rumbo de la vida de una misma, con seguridad y sin riesgos, es la siguiente:
Cuando estudiaba mi licenciatura en la universidad, llevé una de esas materias de Metodología de la Investigación que siempre resultan un tanto tediosas para muchos estudiantes. Decidida a que no me pasara eso, elegí un tema que tuviera la opción de enseñarme cosas sobre la vida al mismo tiempo que me ofrecía la oportunidad de revisar un tema socialmente escabroso y sus aspectos morbosos, pero con el pretexto de ser vistos desde un punto de vista más académico.
Obviamente, elegí el aborto. Primero, exploré en libros, revistas, opiniones en el entorno, y luego, me lancé a buscar la realidad. Decidí ir, tanto con médicos como con empiristas, explorando, debo reconocerlo, un tanto a ciegas entre mitos urbanos y escolares, aprendidos desde la preparatoria. Entre estos mitos en particular, está aquel que dice que la canela es una especia tan “caliente” que es capaz de hacer bajar la regla de una mujer a la que se le ha retrasado, o inclusive, de provocar el aborto, me imagino que bajo ciertas circunstancias de salud particulares.
Así que decidí comenzar por ahí. Fui al mercado, a la parte de atrás donde están las yerberas, en esa parte de los mercados donde todo luce mucho menos colorido que en la sección de fruta y flores, menos alumbrado que en la sección de comida y menos a la luz pública que la sección de Cd’s piratas. Me acerqué a una yerbera y la conversación que sostuvimos fue más o menos así:
-Buenos días
-Buenos días
-Disculpe, ¿tienen canela?
-Ajá –acto seguido, la mujer se dispuso a buscar mi pedido, cuando algo instintivo la detuvo, volteó a verme, y preguntó: -¿Solamente canela? –Yo estaba muy joven, tenía alrededor de 20 años, y representaba todavía menos edad. Me imagino lo que pensó, y eso debido a que seguramente las clientes jóvenes como yo eran más o menos frecuentes.
-No –dije –creo que hay algo así como un té con canela y ruda.
-Ah, espérame. –La señora pareció comprender alguna clase de código secreto, pues inmediatamente envió a su esposo, que estaba sentado ahí mismo viendo la televisión, una de esas pequeñas, que seguramente tienen alrededor de 15 años o más de funcionar, a hacer alguna tarea irrelevante.
Una vez que aquel se fue, la señora me dijo algo así como: -¿quieres un té para el “desempance”?. Le respondí que sí, me imaginé lo que desempance significaría, y entonces la yerbera tomó cerca de 15 ingredientes distintos, entre los que había, sí, canela, ruda y quién sabe qué más, no supe ni pude reconocer el resto de los componentes del té. Me cobró 50 pesos y me dio las siguientes instrucciones:
-Pon esto –refiriéndose al hato de hierbas- a hervir en una olla grande, cuando se haya enfriado un poco, te lo tomas, pero no dejes que se enfríe mucho, porque te lo tienes que tomar muy caliente, sólo ten cuidado de no quemarte. Guardas lo que te sobre en el refrigerador y te lo vas tomando poco a poco, tres veces durante tres o cuatro días. Si al cuarto día todavía no te baja, ven de nuevo y te doy unas pastillas. Pero ya ves que hay mujeres que son “muy duras de matriz”, entonces, si no te baja, vienes de nuevo y te pongo una inyección.
Luego de escuchar esto y de haber pagado, me fui. Obviamente, mi investigación no llegó al extremo de averiguar qué pasaría al ingerir el té hecho con las hierbas en cuestión. De hecho, ni siquiera averigüé cuáles eran los nombres de los ingredientes que yo no conocía. Lo único que me interesó extraer de esto, junto con los datos sacados de la bibliografía que logré reunir,  es la convicción de que, de no legalizarse la práctica del aborto, cientos de mujeres preocupadas y atemorizadas, seguirían acudiendo a la clandestinidad, consumiendo un líquido hecho con quién sabe qué hierbas, tomando quién sabe qué clase de pastillas y dejándose poner una inyección de quién sabe qué, sin conocer las posibles consecuencias, riesgos y repercusiones.
Por supuesto, no hay riesgos ni responsabilidad para las personas que ofrecen estos productos, tampoco hay conciencia ética ni mucho menos, estudios ni entrenamiento que pueda librar a las mujeres que abortan, que sí corren muchos riesgos, de peligros, secuelas o muerte. La misma situación se repite en clínicas clandestinas, con pseudo-médicos o médicos faltos de responsabilidad. Abortar será siempre, para las mujeres que eligen hacerlo, una situación que provoca miedo, angustia y en demasiadas ocasiones, les descubre su soledad. No debería, aunado a esto, haber riesgos innecesarios.
Es por eso que, al legalizar el aborto, se está ofreciendo a las mujeres que decidan o necesiten hacerlo, la seguridad de que no morirán desangradas en una mesa de quirófano en una clínica clandestina, de que la anestesia aplicada por un falso especialista no las dormirá para siempre; de que no se van a intoxicar ingiriendo alguna sustancia desconocida y de que no quedarán estériles para el resto de sus vidas.
Legalizar el aborto no significa que el hecho de abortar esté bien o mal. No significa que todas las mujeres podrán hacerlo indiscriminadamente. La responsabilidad personal sigue ahí, la decisión seguirá siendo difícil y el tabú social no se va a acabar. Pero una parte del miedo y del riesgo real tal vez se vayan.


1 comentario:

  1. todos los temas tabú se caracterizan por la complejidad que les otorga la subjetividad y la falta de información.
    quiza sea por esto mismo que es dificil solidificar un punto de vista personal respecto a estos temas.

    a lo largo de mi aun corta vida (24 años) en determinados periodos de la misma ,he defendido ambas posturas, nunca sin embargo, con entera convicción hacía ninguna de ellas.
    no obstante, ahora que leo este post, he logrado aclarar el concepto que tenía en mimente sin tomar forma.

    más allá de que el aborto esté bien o mal, el verdadero valor a defender es la libertad de elección de la persona,(evidentemente en este caso toda persona será siempre del sexo femenino), mas la premisa de partida es "la libertad de elección personal" que forma parte de nuestra constitución,(libertad de elección y prática de cualquier culto o religión por ejemplo, libertad de prensa, libertad de expresión, etc.)

    en base a esto, es que considero una acción positiva la legalización del aborto. puesto que, ineludiblemente todas las herramientas de nuestra sociedad (ya sean materiales o de servicio) existen neutralmente, y es sólo la persona en si, la que decide si hacer buen o mal uso de las mismas.

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