miércoles, 25 de septiembre de 2013

La voz satírica y lo soez en Indiscreciones de un perro gringo


La novela Indiscreciones de un perro gringo es una sátira donde la voz principal la lleva Buddy Clinton, que no es sino la referencia directa al que fue el perro de la familia Clinton, un labrador retriever de color chocolate.  En este trabajo se hará referencia a la importancia que tiene la voz animal de Buddy en relación con la voz satírica que caracteriza a la obra del autor, en cuyos trabajos resalta lo que él da en llamar la Poética de lo Soez.

 

Sobre el autor y su contexto

Luis Rafael Sánchez es un puertoriqueño nacido en Humacao, 17 de noviembre de 1936. Es narrador, dramaturgo y ensayista. Su ideología política se centra en el afán independentistas de Puerco Rico, y así, en sus obras critica la decadencia gubernamental de su país, obsesionada por los productos norteamericanos, tal es en su novela La guaracha del Macho Camacho, publicada en el 76.  Una de las principales características de su obra literaria es que suele recurrir con frecuencia al sarcasmo y la sátira, asegura él, para salir de la realidad cotidiana (Fernández de Cano, en línea).

De esta forma, la línea estilística de Rafael Sánchez está centrada, precisamente, en su preocupación acerca de los problemas de identidad que arrastra su país, debido a la presencia estadounidense en el país. En su ensayo, Hacia una poética de lo soez, Sánchez alude a lo que ha sido la línea directriz de su narrativa: “La búsqueda de asuntos y temas para su escritura estará dirigida no sólo hacia las zonas periféricas y marginales, y hacia los personajes menos favorecidos socialmente, sino que también estará dirigida hacia aquella parte de la sociedad de mejores recursos económicos, pero cuya ética y moralidad los convierte en seres procaces (Sánchez Rondón, 2006, p. 2)”.

Así, para el autor, la importancia de la lengua es fundamental. Él propone que, para una mejor cohesión de la identidad nacional, es necesario que en su literatura se incorpore lo soez, pero no solamente como estrategia narrativa, sino en el lenguaje mismo, al utilizar las palabras que suenan en las calles, que componen la jerga popular y que son, netamente, la concreción del sentir y la espiritualidad boricua.

 

Al respecto de la situación política en Puerto Rico, se trata de un país que ha pasado por 400 años de colonialismo español (Torres Degró, 2004), y que desde 1898, con la presencia norteamericana en la isla, se ha visto forzada a asumir patrones de conducta y formas de vida que muy poco benefician el desarrollo de una auténtica nacionalidad; creando en los hombres y mujeres del país conflictos de identidad que no tienen parangón en el resto del Caribe, ni en Latinoamérica. A raíz de esto es que Rafael Sánchez ha organizado su narrativa alrededor de lo que él llama lo soez: una poética de lo soez, como estrategia de rebelión contra la imposición de una cultural vacua que se come a otra, que era vibrante y plena. Así, y bajo la voz de un perro, Sánchez lanza una y otra vez indirectas y reclamos breves hacia una cultura impositiva de lo mercadológico y comercial.

 

 

El papel de la voz animal en la novela

A diferencia de otros textos, donde la voz animal sirve únicamente como receptáculo de las inquietudes humanas, o simplemente como vía moralizante, o de la evidente sátira del humano contra el humano (tal y como se hace en la Fábula tradicional), en este libro se ha intentado dar relevancia a la visión y postura que un perro pudiera tener de lo que le rodea. Es decir, es claro que la voz de Buddy da cauce a la inquietud del autor con respecto a su entorno, sin embargo, la voz animal no se limita aquí a ser un mero disfraz de la crítica. Mediante diferentes divergencias, comentario, desvíos y opiniones, Buddy va dando, a lo largo de su relato, su perspectiva acerca de lo ocurrido con el presidente y Mónica, pero además, se esfuerza en mostrar su antiguo abolengo perruno, al par que describe la experiencia de ser un perro, donde el mundo de los olores y sonidos se impone, como es sabido, al de la visión.

 

En este libro, como en gran parte de la narrativa del autor, la sátira se dirige contra aquellos que han provocado insatisfacción social: aquellos que, como diría el autor, son los amos del poder y abusan de él y de los bienes del estado, poniéndose en una situación de corrupción y procacidad que irritan a quienes observan.

A través de la parodia que Buddy hace de la historia de Noé y el Arca, se denuncia la banalidad de los productos culturales del pop y en especial, de lo proveniente de la cultura sajona ¿norteamericana? (El grupo That Fucking Noise Factory, la disco While Visiting Sodoma Try The Sodoma Way), al mejor estilo la perversión sodomita (“billete sobre billete, no hay falo que se sujete” Sánchez, p. 14). Más adelante, Buddy continua con el sarcasmo, aunque no es su intención, del cine norteamericano y su banalidad extrema, con títulos de películas como Buddy Clinton en El perro araña, Buddy Clinton desafía a King Kong, El perro Invisible, El Perro más sexy del mundo y  El perro de Troya, entre otras (Sánchez,  p. 79-80).

Otro elemento de crítica al racismo y jerga ofensiva que el estereotipo norteamericano suele usar se refiere a los insultos que Buddy padece de los agentes infiltrados que lo molestan: Perro afroamericano, Perro hispano de basura, Perro mexicano ilegal, Narcoperro colombiano, Avaro perro judío, Perro árabe terrorista, Jodido perro pacifista, Perro maricón. No hace falta decir que estos insultos no le fueron dirigidos a Buddy por ser, en verdad, un perro, sino que el término es frecuente como tal al dirigirlo en verdad a las personas a quienes se ofende de estas maneras.

 

Este recurso metaliterario, es decir, la utilización de un narrador canino a lo largo de la novela, cumple una función importante. Frente a la indignación que produce la conducta libidinosa de quienes poseen el poder, la voz de Buddy Clinton da la vuelta, roza la indignación de quienes observaron, sin embargo, nunca abunda, de hecho, ni siquiera se acerca directamente al hecho de manera directa, de forma que pudiera decirse que la voz de Buddy es la voz de la molestia pública.

Al mismo tiempo que Buddy da cuenta de su perrunidad, no teme en utilizar, precisamente, lo que el autor llama un lenguaje soez para describir lo concerniente al sexo, en la idea de que a los perros no los abochorna como a los humanos las referencias al acto sexual o los genitales. Para el perro, no hay empacho en describir la naturaleza del sexo perruno, y sin ambages, describe sus encuentros con hembras, usando, para esto, precisamente, lo que Rafael Sánchez describe como lo soez. A decir verdad, si fuera un protagonista humano el que utilizara estas descripciones, se le acusaría de vulgar y estos elementos descriptivos serían tachados de innecesarios. Pero tratándose de un perro, la voz animal compensa con la ingenuidad atribuida a la especie, su tratamiento del tema sexual. Incluso Buddy hace hincapié en que, mientras los perros disfrutan del sexo a granel, los humanos tienen muy poco que celebrar de él, cuando hay tantos tabúes impuestos a su alrededor. Es curioso que, además, el libro sea guardado, al final, en el mismo lugar que las confesiones de Paulina Bonaparte, acerca de sus aventuras sexuales durante su paso por el continente americano.

Más aún. Desde su perspectiva perruna, Buddy condena la retorcida mente de los humanos que los lleva, dice él, a criticar al presidente Clinton por su encuentro con Lewinsky, mientras que a nadie parece importarle sus encuentros sexuales con otros perros. Critica esto como hipocresía y se lamenta de que no haya mujeres durante su testificación porque se temió que el lenguaje soez las ofendiera, cuando la presa mundial habló en exceso de cómo la emisión espermática de Clinton manchó la ropa de Mónica.

Sin embargo, pese a tratarse de una voz perruna que trata de emular en lo posible la perspectiva del perro, el Buddy recién humanizado mediante la cibernética, no deja de tener rasgos estereotipados Para reforzar su perspectiva, al modo en que se supone que un perro debe ser, Buddy condena a la raza gatuna (gatuperios, por improperios) y sus costumbres en todo opuestas a las de los perros.  Comenta también que los perros ven en blanco y negro, cuando es sabido que no es así, los perros ven colores en una gama un poco distinta a la de los humanos y comenta esto al hacer mención de un sueño que tuvo.

La voz canina de Buddy contrasta con la voz humana de quien relata la historia, a la manera de quien se encuentra con ella por casualidad. Es una voz que intenta ser correcta, mesurada, comedida en sus descripciones. Pero además, la misma voz de Buddy, pese a señalar lo que es propio de los perros, padece de los síntomas de la humanización, como da cuenta la voz del humano que narra al inicio y al final. Su ingenuidad canina natural se ve empañada por su megalomanía, su racismo (especismo contra los gatos), su intolerancia y su certeza de ser superior. El narrador da, al final, cuenta de esto con lástima.

Por último, la estrategia que el autor usa para curar su voz de lo dicho por Buddy, es la que han usado muchos otros escritores de sátira a lo largo de los siglos, sobre todo en tiempos de la picaresca, igual que Francisco de Rojas con La Celestina, por ejemplo. Alude a haber encontrado el manuscrito y no ser de su propiedad. Se excusa largamente de la fortuna de haberlo hallado, para no ser acusado de ser un demente, y sí un autor original, al exponer el manuscrito como obra literaria.

En conclusión, la estrategia que el autor utiliza, de dotar a un perro de palabra, aunque no es del todo original, por tener antecedentes en otras obra, sí se destaca por la insistencia en articular una voz perruna lo más caracterizada posible. Es decir, la voz de Buddy no se relata solamente como la voz de un perro, sino que se va caracterizando, a través de sus digresiones, como la voz de un ser que percibe el mundo de manera distinta a la de los humanos, pero que ha sido irremediablemente contagiado por diversos vicios de los hombres. Esta estrategia permite al autor lanzar diversas críticas a las manifestaciones culturales estadounidenses, características en este caso por ser ridículas y en exceso comercializadas. Así, la poética de lo soez de Luis Rafael Sánchez se manifiesta a partir de la voz animal, para enunciar la transgresión desde la literatura.

 

 

Referencias

 

Fernández de Cano, J. R. (s/f). Luis Rafael Sánchez. Consultado el 22 de septiembre de 2013, en http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=sanchez-luis-rafael

 

Torres Degró, A. (2004). Las políticas poblacionales en Puerto Rico: cinco siglos de dominación colonial.  Memoria presentada para optar al grado de Doctor. Facultad de Filosofía. Universidad Complutense de Madrid. Consultado el 24 de septiembre de 2013 en http://biblioteca.ucm.es/tesis/fsl/ucm-t27463.pdf

 

Sánchez Rondón, Julio César, "POÉTICA DE LO SOEZ: Luis Rafael Sánchez: IDENTIDAD Y CULTURA EN AMÉRICA LATINA Y EN EL CARIBE" (2006). Theses, Dissertations, Student Research: Modern Languages and Literatures. Paper 1. Consultado el 22 de septiembre de 2013 en

http://digitalcommons.unl.edu/modlangdiss/1

Sánchez, L. R. (2007). Indiscreciones de un perro gringo. México: Alfaguara.

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