martes, 17 de septiembre de 2013

La posibilidad de la fábula en Bolaño, Monterroso y Arreola.


 
En el siguiente texto, se discutirá alrededor de cómo es que un texto que no ha sido concebido tácitamente como fábula, puede funcionar como tal, en la medida en que cumple con las características del género. Se analizará esto en función de un texto de Monterroso, La Oveja negra; de Arreola, El Prodigioso Miligramo y en especial, se hará énfasis en un cuento de Bolaño, El policía de las ratas


La fábula, entendida como un subgénero literario[1], es un texto pensado con finalidad didáctica que, como el apológo y la parábola, se inscribe dentro de los textos también llamados como parenéticos (relativos a la exhortación). A diferencia de los dos anteriores, la fábula se caracteriza porque recurre a la antromorfización de animales o cosas para representar, a través de la estereotipación de los personajes, valores alusivos a alguna característica notable de los mismos, por ejemplo, la maldad como distintivo del lobo, la astucia del zorro, la ingenuidad de la oveja, la mezquindad del cuervo, etcétera.

Para Helena Beristáin (1997, 2007), fábula se define como:

 

Apólogo, es decir, breve narración en prosa o en verso de un suceso de cuya ocurrencia se desprende una enseñanza para el lector, llamada moraleja. Se trata pues de un género didáctico mediante el cual suele hacerse crítica de las costumbres y de los vicios locales o nacionales, pero también de las características universales de la naturaleza humana en general.

 

Como se puede ver, el carácter didáctico de la fábula se enfoca a la promoción de valores, lecciones de vida, gestos de actuación que el ser humano debe atender y al que debe cuidar. Trabaja mucho sobre la base del "sentido común", pero también sobre valores preestablecidos para una sociedad determinada, que tienen validez a partir de la visión de un mundo estructurado bajo normas de orden binario: bueno-malo, honrado-ladrón, ingenuo-astuto. Es decir, la fábula y el apólogo advierten, por ejemplo, sobre la importancia de mantener la cordura frente a la opacidad del conocimiento (Los brahmanes y el león, en Borges), pero también hablan de sostener ciertos valores morales, importantes para el adecuado funcionamiento de la sociedad que promulga dichos valores (la cigarra y la hormiga, el pastor y el lobo). 

Desde una vista convencional, la fábula se distingue por sus partes, tales como: exordium (donde se invita al lector a participar de lo que se narrará en seguida), narratio (la acción dada a través de la actuación animal) y argumentatio (la moraleja como tal). Sin embargo, esta tipificación es demasiado corta para poder incluir en ella a la gran cantidad y variedad de fábulas que puede haber y por eso no es una tipologización suficiente para este trabajo (Forgas Berdet, 1992, p. 194)

Sin embargo, la fábula a través del tiempo contiene también un elemento satírico importante. La fábula en sí es la burla contra los ingenuos, los tontos, los pretendidos sabios que no tienen sentido común, los vanidosos, pero también contra los poderosos, los ricos, los propietarios, los amos, los clérigos. En este sentido, la fábula guarda una esencia trascendental  como relato entramado y que supera las convenciones didácticas establecidas en torno a ella (Cascajero, J. 1991).

 

Hay muchos ejemplos de fábulas donde el elemento satírico está presente. El Román de Renart es uno de los mejores ejemplos. En este texto, Renart, el zorro, es perseguido incansablemente por Isengrin, el lobo. Renart es un personaje que vive en el pueblo, no posee más que su inteligencia para escapar de la persecución del lobo, quien no descansa en buscar la manera de atrapar y matar a Renart, pero éste, más astuto, logra evadir exitosamente todas las trampas. Es evidente, en este texto medieval, que la sátira contra las diferencias sociales en la Edad Media se pone de manifiesto. [2]

Si bien las aventuras de Renart no fueron concebidos originalmente con la intención de crear una fábula, sin embargo, es evidente que se consideran tal debido a sus características. ¿Cuáles son dichos elementos que pueden hacer que una fábula sea considerada tal, o que lo sea un texto que no ha sido considerado como tal desde su formulación? A saber:

 

ü  Prosopopeya y animalidad de los personajes. No se trata de la antropomorfización del animal, sino que, a través de los animales y el estereotipo que se les da a representar, se muestran cualidades y defectos humanos.

ü  La puesta en escena de una enseñanza moral, pública, social o cultural que la gente de una comunidad debe tener presente para evitar daños que pudieran afectar tanto al individuo como a la sociedad.

ü  Analogía de la vida humana con la vida animal, en el sentido que empatar las preocupaciones sociales de supervivencia, cohesión y armonía con las de la manada (comparatio).

ü  Contrato de lectura entre escritor y lector, donde éste último acepta que a través del animal, se da en disfrazar algo concerniente a los seres humanos, y toca al lector rescatar este significado que se ha disfrazado para ser descubierto por todo aquel con el sentido común suficiente para lograrlo.

ü  Sátira de una situación particular: de la sabiduría contra la sensatez, de la vida conyugal, de la convivencia social, de la tiranía, de la trama policial, de la vida clerical incorrecta, de la soberbia contra la humildad, etc. Es decir, en el fondo, la enseñanza queda relegada a un segundo plano frente a la burla que implica que uno de los personajes quede en desprecio o burla frente a otro por no haber sabido elegir el camino o la decisión correcta.

 

Entonces, ¿es viable considerar como fábula a un cuento que no ha sido pensado como tal desde sus inicios? Por supuesto que sí, pues, como se decía, hace falta aludir a las características del texto para apreciar en qué medida es posible mantener esta aseveración[3]. A pesar de que pudiera criticarse la perspectiva estructural desde la que se plantea esto, es necesaria, dadas las características tácitas del tipo de texto que se analiza. La tipologización de textos se vuelve fundamental desde el argumento de que es necesario definir un marco teórico que:

 

…los defina y delimite por encima de los conceptos meramente intuitivos que conciernen a la competencia pragmático-textual del receptor, y que todos poseemos en mayor o menor grado. Dicha competencia nos permite discernir, sin aparente dificultad, pero también sin garantía científica, entre una y otra clase de textos (Forgas, 1992, p. 187, 188).

 

 

Cabe mencionar que, aunque se lleve a cabo una tipologización por fines de estudio, de ninguna manera se pretende encajar por la fuerza un texto determinado dentro de un esquema. 

En el caso de Monterroso, es claro que sus conocidas antifábulas han sido ya catalogas como tales por la crítica en general. Y como se podrá observar, el cuento de Arreola trae consigo una crítica y una enseñanza. Al revisar sus características, en función de las descritas anteriormente, es posible validarlos como fábulas. En los tres textos, la sátira y crítica va contra la sociedad humana, en tres aspectos de su naturaleza: En La Oveja Negra, la sátira es acerca de cómo la sociedad enjuicia a los personajes que en algún momento representan contracultura. Años después, se les reconoce, al parecer, su talento, su actuación heroica o su rebelión frente a las arbitrariedades del momento. Pero en realidad, este reconocimiento viene únicamente a la manera de un fetiche cultural. En el cuento de Bolaño, se trata de la negativa social a aceptar la maldad en estado puro y el impedimento de verla surgir en medio de una sociedad que avanza dificultosamente, pese a tener tantas cosas en contra. Y en el de Arreola, El Prodigioso Miligramo, la excentricidad del pueblo/hormiguero que decide poner su fe en variedad de objetos y fetiches, en lugar de ponerlo en su trabajo, con la esperanza individual de granjearse beneficios con ellos, llevando, con esto, su sociedad a la crisis y el límite de la extinción.

En las tres historias se remite al lector a una cuestión social en donde se critica las maneras en las que esta funciona, siempre al límite de la descomposición y el caos. La moraleja estaría implícita en el destino funesto de algunos actores sociales y se utilizan diversos choques sociales para ilustrar el continuo avance de la comunidad entre el equilibrio y la dispersión.

En cuanto a la función de la voz animal en cada uno de los textos, es notable la intervención en primera persona de Pepe el Tira, quien narra de su propia voz lo sucedido en las cloacas donde hace su investigación, recuperando así una de las características del género policiaco, donde es el detective el que narra. En los textos de Arreola y Monterroso, no es la voz animal quien narra, sino que un narrador heterodiegético se encarga de describir las acciones que van ocurriendo. Sin embargo, el hecho de utilizar animales para ilustrar vicios y problemas sociales, permite al autor evitar la descripción de una comunidad que pudiera ser entendida como una determinada y llevar con esto al lector a creer que se critica a una en particular, y no a la generalidad de los seres humanos y sus sociedades.

Específicamente, en el caso del cuento de Bolaño, El policía de las ratas, el texto comienza de una forma que espera engañar al lector al hablarle, en principio de un policía que bien pudiera ser humano. A medida que el lector se introduce en la historia, se observa que este policía deambula por cañerías (que podrían ser metáfora, y de hecho lo son, de las calles de una ciudad) y se va topando con otros individuos que viven y mueren acosados por diferentes depredadores.  Así es como el lector se da cuenta de que Pepe El Tira, el policía que narra la historia, es una rata, y también lo es el pueblo del que habla. El trabajo de este policía es encontrar cadáveres y ayudar a determinar, junto con el forense, qué los mató. Así es hasta que un día, encuentra un cadáver bajo circunstancias extrañas. Aquí es donde la sátira se acidifica, pues, ya no se habla de solamente depredadores que parecieran ajenos a la especie que asesinan, lo que los hace comprensibles. Sino que el asesino que Pepe El Tira busca, es otra rata.

¿Contra qué va dirigida la sátira? Al momento de involucrarse en el contrato de lectura, el lector avizora que no es contra la idea de que el hombre sea capaz de asesinar a otros hombres, esto ya se sabe y no asombra a nadie. Es más bien contra la imposibilidad del ser humano de que el mal pueda venir de personas que lo ejercen, sin estar dementes, sin haber padecido circunstancias dolorosas en su desarrollo, simplemente por hacer el mal. Por verlo, por observarlo, por estudiarlo incluso. Frente a esto, la sociedad prefiere callar, no ver, ignorar del todo.

¿Es esta una fábula? Sí, una fábula con animales que satirizan personas, donde se establece un contrato con el lector y se vuelve análoga la preocupación social con la de un enorme nido de ratas. Sin embargo, y esto es lo notable del cuento,  esta sátira se vuelve dolorosa en el momento en que pone de relieve la ceguera del hombre frente al mal que él mismo es capaz de provocar.

Con respecto a este tipo de textos y su tipificación como fábula, es necesario aclarar que, al caracteriza el cuento de Bolaño como tal, no se pretende hacerlo encajar por la fuerza en la tipología mencionada, sino que definir El Policía de las ratas como una fábula sirve para dar cuenta de la variedad de lecturas que esta narración ofrece. Definitivamente, no se pretende encasillar un texto que puede tener tantas posibilidades.

 
Referencias:



Armijo, C. E. El bestiario medieval: una clave para la interpretación del Libro de los gatos. Von Der Walde, L, Company, C, González, A. (1996). Caballeros, monjas y maestros en la Edad Media. Actas de las V Jornadas Medievales.  México: UNAM, El Colegio de México.

Arreola, J. J. (en línea). El Prodigioso Miligramo. Consultado el 15 de septiembre de 2013 en http://cuentosdetarrash.obolog.com/prodigioso-miligramo-115767

Beristáin, H. (1997). Diccionario de Retórica y poética. 8ª. Edición. México: Porrúa.

Bolaño, R. (2005). El Policía de las Ratas. El Gaucho insufrible. 3ª. Ed. Barcelona: Anagrama.

Cascajero, J. (1991).  Lucha de clases e ideología: introducción al estudio de la fábula esópica como fuente histórica. Gerión 9 11/58. Editorial de la Universidad Complutense de Madrid.

Chevalier, J y Gheerbrant, A. (1995). Diccionario de Símbolos. Barcelona: Herder.

Cirlot, J. (1992). Diccionario de Símbolos. España: Labor.

Forgas Berdet, E. Un esbozo de tipologización: la fábula. Contextos X/19-20, 1992, p. 187-199.

González Marín, S. “El lobo y los siete cabritillos y Caperucita Roja. Historia de una relación”, en Revista OCNOS nº 2, 2006, p. 131-142. ISSN 1885-446X.

Monterroso, A. (2004). La Oveja Negra y demás fábulas. 5ª. Ed. España: Punto de lectura.
 




[1] Y no a la manera de Aristóteles, que, en su Poética, define fábula  como la estructura que contiene los hechos narrados y representados dentro de la obra trágica.
[2] Existe otro texto que sí fue pensado como libro de “exempla”, aunque tiene un parentesco muy cercano con el bestiario medieval. Es el Libro de los Gatos, en donde se hace mofa de la vida clerical, pero utilizando las estrategias de identificación y tipificación de los animales como la plantea el Fisiólogo, bestiario medieval muy reputado en su tiempo por su carácter cuasi cientificista (Armiho, C. E. 1996).
[3] Un ejemplo de un texto que no suele ser concebido como fábula, ni siquiera como apólogo, es el cuento de Caperucita Roja. Sin embargo, su función es transmitir valores morales, precauciones y cuidados para las chicas que dejan atrás su niñez. En Caperucita, se utiliza el simbolismo de la capa roja para disfrazar la alusión a la sangre que indica que la niña ha dejado de ser tal. Al mismo tiempo, esta capa le es obsequiada por su madre o su abuela, las mujeres encargadas de explicar a las niñas sobre esta nueva etapa de sus vidas y advertirlas sobre los peligros que pueden sobrevenirles si “abandonan el camino” y se internan en el bosque (representación arquetípica de lo que está fuera de lo civilizado, lo ajeno, lo salvaje, lo indómito). En efecto, al hacerlo, Caperucita conoce al lobo, otro símbolo, en cuya figura es evidente la representación de la sexualidad prohibida a la que se enfrenta la niña. El cuento original termina con Caperucita “devorada”, por ceder a la invitación de acercarse en demasía al lobo (González Marín, 2006). En esta historia, tenida por cuento para niños, se observa la intención de ofrecer una fábula a las niñas que crecen, que guarda dentro de sí una advertencia, una indicación de conducta moral a seguir, o de lo contrario, habrá consecuencias. Se satiriza la mala conducta de quien no sigue los consejos de las mujeres adultas y se disfraza, por medio de un contrato con el lector, la alusión a la violación, el abandono de la inocencia, la deshonra y el desprecio social que representa una inadecuada conducta sexual.

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