jueves, 2 de agosto de 2012

La vuelta de tuerca

Es un relato de fantasmas que a estas alturas, sería considerado un clásico. Pero no lo es en realidad, puesto que son los niños los primeros en ver a los fantasmas, y más aún, no tener realmente problemas con eso. Es también el relato de las tribulaciones de una institutriz que está decidida a dar lo que sea con tal de salvar a los niños de la influencia nefasta de los dos demoníacos espíritus que los rondan.
La historia se hace tenebrosa en la medida en que la maldad se reviste con una de sus mejores caras cada vez que los niños le demuestran dulzura a su maestra. Al pensarlo así, este relato tiene que ser por fuerza uno de los antecedentes de cuentos como Hay que aguantar a los niños, de Stephen King. O de películas donde sean los niños los que estén a merced de la posesión maligna. Eso es lo aterrador, es lo que más angustia a la protagonista, que son los niños los que ven y saben de los espectros y se mantienen en su influencia, y es también lo que puede preocupar mucho al lector.
La obra es, como todas las de su tiempo, una muestra excepcional de cómo se manifiestan y articulan los valores vigentes de la sociedad inglesa victoriana. Me parece encontrar ciertos símiles con Drácula, no solamente en la relación de valores, sino en la puesta en escena de la doble moral de la época. Mientras se habla de respetabilidad en torno a Bly, miss Jessel ha pasado por la deshonra gustosamente a manos de Quint. También en el despliegue de fortaleza moral que la institutriz que protagoniza la historia pone en juego para intentar salvar a los niños. Me recuerda un poco a la de Mina Harker.
También es notable la forma en que la obra se articula, no por nada se le ha llamado vuelta de tuerca a la estrategia que permite un giro inesperado en la trama de una obra.
El libro es uno de los obligados para todos los que gusten de la literatura de terror y más de los giros fascinantes en la trama literaria.

Pinocho

A sabiendas de que las historias originales de cuentos de hadas suelen ser terriblemente crueles, había dejado Pinocho para después y aplazando su lectura. Pero como lectora del siglo XXI, resulta que no fue tan terrible como yo creía. Sí es un libro un poco cruel para la época en que fue escrito. A la marioneta la cuelgan de un árbol, la maltratan, casi se quema, la engañan una y otra vez. Pero comparado con la acción de las caricaturas, donde un personaje puede caer desde una alta montaña, sufrir una explosión, ser arrojado por los aires, caer de un avión, etc., y todo esto sin que le pase nada, obviamente, entonces lo que le ocurre a Pinocho no es, en definitiva, ni siquiera cercano.
Lo que sí es interesante es la similitud que todas las cosas que le ocurren guardan con los cuentos maravillosos y sus versiones originales. Parece que el cuento hubiera sido escrito hace mucho más tiempo, cuando en realidad, no es así.
La historia es una metáfora educativa de los preceptos morales que privilegiaban durante la modernidad del s. XIX. Es fácilmente comprensible que Pinocho se vea obligado a madurar y convertirse en un niño trabajador, que va a la escuela, que no cuestiona, que respeta su entorno. Pero la historia también es una muestra, paso a paso, de que no es posible salir al mundo y mantener la inocencia infantil, pues ésta se ve vulnerada a cada momento.
Lo más interesante es el juego de tiempos y espacios que la obra hace. El hada muere y resucita con las travesuras y los aciertos de Pinocho, su padre lo busca incansablemente y se queda atrapado dentro de la ballena, los personajes tienen mucha más complejidad de lo que uno pudiera pensar, no son simples arquetipos, aunque si lo fueran, serían formas complejas, pues cada uno ofrece matices variados, mucho más que una forma simbólica de cualquier personaje.
Es una obra imperdible, por ser un clásico literario, por ser un avance del pensamiento mágico que iba a permear durante el siglo XX, por ser reflejo de los valores e ideales modernistas del s. XIX y porque, aunque la versión de Disney es muy tierna, no es posible quedarse con ella, pues la historia original no tiene nada que ver.