martes, 2 de noviembre de 2010

Acerca de El Pensamiento Homosexual, de Monique Witting

Ser o no ser… ¿mujer?

Desde hace muchos años, las teorías en torno a la identidad sexual de las personas han demostrado que no todo es tan simple como dividir entre hombres y mujeres, identificándolos sólo por los órganos sexuales que cada uno posee. No más el mito del andrógino primordial, donde cada ser humano estaba compuesto por un lado femenino y uno masculino, y al ser separados buscaron eternamente su complemento; aunque este mito no excluía la posibilidad de que el ser humano estuviera formado por dos lados masculinos o dos femeninos. De hecho, Platón, en voz de Aristófanes, dice:

Cada uno de nosotros no es más que una mitad de hombre, que ha sido separada de su todo, como se divide una hoja en dos. Estas mitades buscan siempre sus mitades. Los hombres que provienen de la separación de estos seres compuestos, que se llaman andróginos, aman a las mujeres […] así como también las mujeres que aman a los hombres […]. Pero las mujeres que provienen de la separación de mujeres primitivas, no les llaman la atención los hombres y se inclinan más a las mujeres; a esta especie pertenecen las tribades (Platón, 2003, p. 145).

            Y claro, de la unión masculina homosexual, la opinión de los griegos dista de lo que la cultura actual piensa

Del mismo modo, los hombres que provienen de la separación de los hombres primitivos, buscan el sexo masculino. Mientras son jóvenes, aman a los hombres; se complacen en dormir con ellos y estar en sus brazos; son los primeros entre los adolescentes y los adultos, como que son de una naturaleza mucho más varonil. Sin razón se les echa en cara que viven sin pudor, porque no es la falta de éste lo que les hace obrar así, sino que dotados de alma fuerte, valor varonil y carácter viril, buscan a sus semejantes; y la prueba es que con el tiempo son más aptos que los demás para servir al Estado (Platón, 2003, p. 145).

¿Por qué será que no se piensa lo mismo de las uniones lésbicas? Debe ser porque además de cargar con el estigma de la lesbiandad, cargan con el de ser mujeres. Ahora, definir a una mujer o a un hombre, más allá de la fisiología o la anatomía de cada uno, no es una tarea simple. Miramos en televisión o a nuestro alrededor casos de personas que desean cambiar de sexo, que gustan de asumir el rol del sexo contrario, que gustan de personas de su mismo sexo, o que disfrutan la compañía sexual de ambos. Qué difícil debe ser, por ejemplo, nacer con un sexo, desear otro y gustar de personas del sexo contrario.

Incluso las mismas mujeres que se asumen como tales ya se preguntan cosas como ¿qué debo hacer para conservar la feminidad, pero asumiendo un rol de igualdad con los hombres? O ¿en verdad debo conservar la feminidad si quiero asumir el rol de los hombres? Mejor: ¿qué es ser femenino y qué es ser masculino? Pero ¿Y la homosexualidad? ¿Necesita una distinción aparte? ¿las mujeres que gustan de la compañía sexual de otras mujeres siguen siendo mujeres? ¿Y los hombres que gustan de otros hombres son menos hombres?  Monique Witting plantea esto precisamente en su libro El Pensamiento Heterosexual.

Si los hombres que disfrutan y desean la compañía de otros hombres fueran menos hombres por esto, toda la Filosofía y el pensamiento occidental estarían basados en las ideas de un grupo de “menos hombres”, pues ya decía el mismo Platón, siguiendo a su maestro Sócrates e influenciando después la obra de Aristóteles que el amor más puro se realiza solamente en compañía de un chico y no de una mujer. Y pese al prestigio del que gozaba la mayor parte de estos pensadores, no pasó lo mismo con la legendaria Safo, quien, presa de las burlas públicas y de algún desengaño amoroso terminó sus días por sí misma en un simbólico precipicio.

Quizá Safo necesitaba conocer la principal tesis de Monique: “Sería impropio decir que las lesbianas viven, se asocian, hacen el amor con mujeres porque la mujer no tiene sentido más que en los sistemas heterosexuales de pensamiento y en los sistemas económicos heterosexuales. Las lesbianas no son mujeres”. Si lo hubiera hecho, quizás se habría resuelto ella misma, más allá del conflicto. Quizá hubiéramos tenido más de su poesía. Si a principios del cristianismo se hubiera defendido esta tesis, la sabia Hipatia no hubiera muerto a manos de una muchedumbre que alegaba que su rol de sapientísima filósofa atentaba contra las buenas costumbres del resto de las mujeres, que ya por ese entonces comenzaban a padecer duramente la dominación del sistema judeocristiano. Quizá muchas mujeres hubieran podido hacer alusión a esa declaración para evitar ser maltratadas por el simple hecho de ser mujeres.

O sea que, si las mujeres pudieran ostentarse a sí mismas como tales, sin conflictos de rol ni de género, probablemente no habría tantas mujeres padeciendo maltrato. Pero Monique no trata de promover esto. Simone de Beauvoir ya había esbozado, mucho antes, una teoría feminista en busca de la igualdad. Virginia Wolf también había hecho cuestionamientos importantes al respecto de la falta de igualdad en términos de educación académica para las mujeres.

No, más bien, Monique Witting propone desaparecer las categorías hombre-mujer, porque de conservarlas, el pensamiento heterosexual seguiría manifiesto, oprimiendo como siempre a la homosexualidad y a la lesbiandad. Sin embargo, me gustaría preguntarle a Monique si ser mujer es posible únicamente al pensarse en relación con el mundo masculino. No creo que así deba ser. La lucha de género lleva mucho tiempo peleando contra esto. Porque para los hombres no pasa así. Ellos son hombres en sí y nada más. No necesitan a la mujer para hacerse valer como seres masculinos.

De aquí la teoría Queer, donde “que la orientación sexual y la identidad sexual o de género de las personas son el resultado de una construcción social y que, por lo tanto, no existen papeles sexuales esenciales o biológicamente inscritos en la naturaleza humana, sino formas socialmente variables de desempeñar uno o varios papeles sexuales”. Es lo mejor que hay hasta ahora en cuestión de búsqueda de una nueva definición de la diversidad sexual. Y es una explicación de porqué a las personas les cuesta tanto trabajo asumirse fuera de sus roles, y al hacerlo, caen en un enorme conflicto interno y social.

En conclusión, es difícil determinar qué es lo femenino y qué lo masculino. Es más difícil pensar la lesbiandad y la homosexualidad fuera de estos márgenes. Pero el paso dado por Monique y otros teóricos del género y la homosexualidad definitivamente tiene que ser definitorio del próximo rumbo a seguir, que será, sin duda, un intento por cambiar la visión heterosexual del cosmos.

Bibliografía
Beauvoir, S (1999). El Segundo Sexo. México: Alianza Editorial.
Duby, G y Perrot, M. (2001), Historia de las mujeres, El siglo XX. España: Taurus.
Platón (2003), Diálogos II, México: Grupo Editorial Tomo.
Witting, M  (s/f). El Pensamiento Heterosexual.

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